lunes, 16 de junio de 2014

La Niña de las gafas rojas (Caja de Zapatos, Edición digital 2013)

(Dibujito hecho por mis manitas)

Erase que era un espacio entre rejas, un lugar descolorido, un rincón de niños castigados... Era ese el lugar donde nuestra niña de la caja de zapatos la encontró.
La Niña de las gafas rojas...
El primer día se reconocieron, pues ya se habían conocido en otros tiempos lejanos, pero el lazo de la unión no se había amarrado... ninguna sabía que en ellas estaba... a veces pasa, dicen, con la gente que menos te imaginas... Dicen los que saben también, que estas cosas acaban por pasar.
El segundo día la Niña de las gafas rojas volcó un mar de confianza en la cajita de zapatos... sin pensar demasiado, sin conocerse siquiera, sin más, ¿acaso necesitaba más? Ella no. Entró y allí se acomodó, se quitó sus agobios, se sentó en el suelo y comenzó a llenarlo todo de ilusión... La Niña de la caja de zapatos la dejó hacer, la observaba, cómo era capaz de entrar así en su cajita y dar por hecho que la aceptaría... Ah el mar de confianza donde naufragaba la impulsó lo mismo que la cegaba... La Niña de la caja de zapatos se puso un flotador, por si acaso debía escapar de aquel maremoto, y se sentó a su lado... siempre de espectadora, esperando que empezara la función.
El tercer día la Niña de las gafas rojas traía bajo el brazo su corazón hecho pedacitos, lo puso allí en la cajita, había que pegarlo de nuevo pues algunos seres malvados lo habían destrozado. Como un puzzle de cientos de piezas se pusieron a jugar a recomponerlo. Y jugando y jugando el mar de confianza se calmó, se convirtió en un tranquilo y mágico recipiente donde bebían las dos.
Y descubrieron que era un juego que las unía y les divertía... y así cada día traían a la cajita corazones rotos, vidas desaliñadas, que se dedicaban a reparar como carpinteras del alma.
El cuarto día aprendieron a arreglar también los suyos con risas burlonas, con paciencia, con dedicación... Aprendieron a ironizar a los malvados, a curar los lados malos, a disfrutar de una compañía cruzada casi sin querer...
El quinto día la Niña de las gafas rojas se desorientó, confundía el camino hacia la caja de zapatos... no lograba llegar, perdida pensó que jamás lo lograría... Pensaba que la Niña de la caja de zapatos a otro lugar se habría marchado…
Pero no, esta vez no se había largado. La Niña de la caja de zapatos extrañada encendió un insólito juguete que la Niña de las gafas rojas había olvidado en la cajita... el mar de confianza rebosó furioso, no encontraba el flotador, pensaba que se ahogaba en su propia caja, todo se inundaba, quizás los malvados la habían atrapado y a ella la secuestrarían también... Oh, jamás la encontraría... ¿Por qué habría confiado de nuevo en ellos? Quizás no estudió bien la lección que cada día repasaban. Pero el extraño juguete pitaba y pitaba, la niña no entendía nada...
Y un buen día vio asomar a la cajita unas gafitas rojas... ¿cómo lo había logrado? Tal vez ese raro juguete le había devuelto la orientación, pensó...
Y así continuaron recomponiendo puzzles de emociones, de miserias, de sonrisas, estudiando el alma y sus rarezas, aprendiendo lecciones.

Y pasó el tiempo, y el flotador de la niña de la caja de zapatos por el desuso se desinfló... y en la cajita de zapatos la nueva huésped desde entonces habitó, junto a su extraño juguete siempre encendido para no perderse nunca más...

El sexto día la niña de las gafas rojas ya formaba parte de los cuentos de la caja de zapatos, y así el séptimo, y el octavo... y hasta hoy... No sabemos si el juguete funciona a pilas, esperemos que no.

A Sara Gómez y a su gps que tantas alegrías nos da


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