(Dibujito hecho por mis manitas)
Erase que era un espacio entre rejas, un
lugar descolorido, un rincón de niños castigados... Era ese el lugar donde nuestra
niña de la caja de zapatos la encontró.
La Niña de las
gafas rojas...
El primer día se reconocieron, pues ya se
habían conocido en otros tiempos lejanos, pero el lazo de la unión no se había amarrado...
ninguna sabía que en ellas estaba... a veces pasa, dicen, con la gente que
menos te imaginas... Dicen los que saben también, que estas cosas acaban por
pasar.
El segundo día la Niña de las gafas rojas
volcó un mar de confianza en la cajita de zapatos... sin pensar demasiado, sin
conocerse siquiera, sin más, ¿acaso necesitaba más? Ella no. Entró y allí se
acomodó, se quitó sus agobios, se sentó en el suelo y comenzó a llenarlo todo
de ilusión... La Niña de la caja de zapatos la dejó hacer, la observaba, cómo
era capaz de entrar así en su cajita y dar por hecho que la aceptaría... Ah el
mar de confianza donde naufragaba la impulsó lo mismo que la cegaba... La Niña
de la caja de zapatos se puso un flotador, por si acaso debía escapar de aquel
maremoto, y se sentó a su lado... siempre de espectadora, esperando que
empezara la función.
El tercer día la Niña de las gafas rojas
traía bajo el brazo su corazón hecho pedacitos, lo puso allí en la cajita,
había que pegarlo de nuevo pues algunos seres malvados lo habían destrozado.
Como un puzzle de cientos de piezas se pusieron a jugar a recomponerlo. Y
jugando y jugando el mar de confianza se calmó, se convirtió en un tranquilo y
mágico recipiente donde bebían las dos.
Y descubrieron que era un juego que las
unía y les divertía... y así cada día traían a la cajita corazones rotos, vidas
desaliñadas, que se dedicaban a reparar como carpinteras del alma.
El cuarto día aprendieron a arreglar
también los suyos con risas burlonas, con paciencia, con dedicación...
Aprendieron a ironizar a los malvados, a curar los lados malos, a disfrutar de
una compañía cruzada casi sin querer...
El quinto día la Niña de las gafas rojas
se desorientó, confundía el camino hacia la caja de zapatos... no lograba
llegar, perdida pensó que jamás lo lograría... Pensaba que la Niña de la caja
de zapatos a otro lugar se habría marchado…
Pero no, esta vez no se había largado. La
Niña de la caja de zapatos extrañada encendió un insólito juguete que la Niña
de las gafas rojas había olvidado en la cajita... el mar de confianza rebosó
furioso, no encontraba el flotador, pensaba que se ahogaba en su propia caja,
todo se inundaba, quizás los malvados la habían atrapado y a ella la secuestrarían
también... Oh, jamás la encontraría... ¿Por qué habría confiado de nuevo en
ellos? Quizás no estudió bien la lección que cada día repasaban. Pero el
extraño juguete pitaba y pitaba, la niña no entendía nada...
Y un buen día vio asomar a la cajita unas
gafitas rojas... ¿cómo lo había logrado? Tal vez ese raro juguete le había
devuelto la orientación, pensó...
Y así continuaron recomponiendo puzzles
de emociones, de miserias, de sonrisas, estudiando el alma y sus rarezas,
aprendiendo lecciones.
Y pasó el tiempo, y el flotador de la
niña de la caja de zapatos por el desuso se desinfló... y en la cajita de
zapatos la nueva huésped desde entonces habitó, junto a su extraño juguete
siempre encendido para no perderse nunca más...
El sexto día la niña de las gafas rojas
ya formaba parte de los cuentos de la caja de zapatos, y así el séptimo, y el
octavo... y hasta hoy... No sabemos si el juguete funciona a pilas, esperemos
que no.
A Sara Gómez y a su gps que tantas alegrías nos da