
Y te diré… que yo fui feliz.
Me sujetaba del brazo, me amarraba el corazón consigo mismo, me nublaba los ojillos llorosos de impotencia, me dejaba sin voz, paralizaba mis sentidos y perdía la conciencia.
Y te diré…
Que quería escapar, a ningún lugar.
Mis piernas dolían, no había destino, tan sólo un día a día atormentador, amargo, sin una sonrisa, gris, gris oscuro, sin luz.
Que me angustiaba, que me ahogaba, que me quemaba por dentro sin llamas.
Y te diré… que yo jugaba a las cartas sin saber quién era mi contrario.
Mi pensamiento de mí se esfumaba, nadie lo encontraba, a nadie le importaba que yo me estuviera apagando.
Y me apagaba, me apagaba, y la penumbra no me dejaba ver nada, nada.
Y te diré… que mis ojos luchaban.
Mis ojos luchaban por no cerrarse, por ver algo más que esa extraña ceguera que se había apoderado de mí.
Ciega, ciega mi alma y mi cabeza.
Vieja, mi ilusión se hacía vieja ante mi brillante fachada de juventud.
Y te diré… que no perdía ese misterioso esplendor, esa esencia a mi paso, era yo.
Aire, quería aire, me caían encima los trocitos de cada pared, de cada habitación, de cualquier lugar.
Pequeña en el inmenso vacío, nadie me encontraría.
Y te diré… que un día vi unos ojos, toqué unas manos, vi un rostro.
Y te diré… que al fin vencía a mi enemiga, al fin me veía a mí misma…
Y te diré… que aun así, yo fui feliz.
Y te diré, Rocío Guzmán
Me sujetaba del brazo, me amarraba el corazón consigo mismo, me nublaba los ojillos llorosos de impotencia, me dejaba sin voz, paralizaba mis sentidos y perdía la conciencia.
Y te diré…
Que quería escapar, a ningún lugar.
Mis piernas dolían, no había destino, tan sólo un día a día atormentador, amargo, sin una sonrisa, gris, gris oscuro, sin luz.
Que me angustiaba, que me ahogaba, que me quemaba por dentro sin llamas.
Y te diré… que yo jugaba a las cartas sin saber quién era mi contrario.
Mi pensamiento de mí se esfumaba, nadie lo encontraba, a nadie le importaba que yo me estuviera apagando.
Y me apagaba, me apagaba, y la penumbra no me dejaba ver nada, nada.
Y te diré… que mis ojos luchaban.
Mis ojos luchaban por no cerrarse, por ver algo más que esa extraña ceguera que se había apoderado de mí.
Ciega, ciega mi alma y mi cabeza.
Vieja, mi ilusión se hacía vieja ante mi brillante fachada de juventud.
Y te diré… que no perdía ese misterioso esplendor, esa esencia a mi paso, era yo.
Aire, quería aire, me caían encima los trocitos de cada pared, de cada habitación, de cualquier lugar.
Pequeña en el inmenso vacío, nadie me encontraría.
Y te diré… que un día vi unos ojos, toqué unas manos, vi un rostro.
Y te diré… que al fin vencía a mi enemiga, al fin me veía a mí misma…
Y te diré… que aun así, yo fui feliz.
Y te diré, Rocío Guzmán
(Y te lo repetiré cuántas veces necesites, a pesar de los males, tú un día fuiste feliz... Mírate un poco al menos... Yo te lo diré, sí, y te diré...)
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