Nubes rosas donde ella habita. Ojos color cielo y jersey rosa a juego con sus zapatos y una sonrisa que te regala si tu mirada se cruza con su boca.
Flota en sus nubes de colores en ese mundo perfecto donde la felicidad es la reina de ese universo tan paralelo al nuestro.
Su cara es la fuente de la alegría, sus gestos, tal vez un poco exagerados, se empeñan en afirmar la existencia de ese lugar.
Hay mucho de especial en ella, hay algo tan irreal que asusta.
Ágata nació y creció en el país de la sonrisa donde sólo unos pocos, muy pocos, son capaces de vivir.
En los días en que la conocí nunca vi cambiar su rostro y siempre me preguntaba si era posible entrar en su mundo, quizás quiso que entrara, tal vez nunca quise yo. Prefería estar al otro lado donde sentía la vida en su esplendor y en su decadencia también. Sentía miedo al pensar si era verdad que su país existía aunque jamás supe creerla, ni siquiera pude intentarlo.
Ella sí lo intentó, invitaba a todos a entrar y algunos cruzaron su puerta, nunca supe si consiguieron anidar allí junto a ella. Nunca supe de ellos.
Ágata tiene un amor de esos de cine, el único en toda su vida. Nunca besó otros labios amarrados a otros cuerpos. Siempre ha estado a su lado llevándolo de la mano a sus nubes rosas. Él se dejó llevar, al menos ante sus ojos color cielo.
Ágata vendiendo felicidad como un seguro de vida sin pedir nada a cambio, conformándose con tu risa.
Qué hay de cierto en todo esto, qué hay de menos. Qué será lo que habita en sus sueños... Quién la cree a ciegas, quién es capaz de sentir todo eso.
A veces pensaba que un día sus ojos al fin mirarían al suelo, yo lo esperaba, sabía que había demasiadas cosas que se perdía. La realidad no es siempre tan fría. Ágata no sabía mirar más allá de su vida.
Yo no me atrevía a coger su mano y tirar hacia otro lado, ella no querría.
Hubo gente que paseó por las calles de su universo, esa misma gente que la engañó con falsas promesas con falsas palabras, con risas burlonas a su espalda.
Yo les miraba y no entendía por qué nadie era capaz de decirle la verdad, quizás pensaban que se podía romper en mil pedazos su felicidad.
A mí no quería creerme aunque a veces dudara, pensaba que yo vivía en su mundo opuesto y tan sólo vivía sin engañarme. Porque todo andaba al revés, mientras ella pensaba que todos debíamos cruzar su puerta y era ella la que estaba en otro lugar, tan extraño.
Recuerdo como aquellos que la seguían desconfiaban de mí por mi verdad, por tener los ojos abiertos. Y paradójicamente porque ella reparaba demasiado en mí, aunque yo no formara parte de su vida, ni quisiera escucharme.
Son muy pocas las cosas que se pueden conseguir con una mirada cómplice, con una sonrisa dedicada sólo para ti, pero son tan grandes que merecen más que la pena.
Empecé a creer, un poco obligada por la situación, que por ese rostro no habían rodado mas que lágrimas de felicidad, que el dolor no había visitado ese corazón, que la angustia no la había atrapado contra su soledad.
Me equivocaba, se equivocaba también.
Que la felicidad es momentánea, que se convierte en serenidad con el paso del tiempo. Que la pena dura un poco, el rato que tú quieras que dure. Que el llanto es tan bueno como malo, que la risa llena de vida. Que la tristeza es pura creación, que la alegría es la cima. Que la soledad eres tú misma, es el espejo de tu alma que también quiere ser escuchada. Que cada vida es un mundo, el de cada uno y vivirla siendo realistas o idealistas es libre...
Y cansada de sus inventos un día me alejé, me perdí en mi vida de risas y llantos. Cuántos años pasaron, no sé, yo olvidé esa época de mi vida sin darme cuenta. Aunque a veces me acordara de Ágata y me provocara una sonrisa, aún andaría en su país de la alegría, hacía tanto que me había resignado a no entendernos.
Y una tarde fría, de un invierno complicado volví a verla. Me miró, me regaló una sonrisa y entonces me di cuenta de que era un poco más feliz desde que descubrí su país de la sonrisa.
A todas las Ágatas, disfraces de la felicidad...
Nubes Rosas, Todos y Yo,
Flota en sus nubes de colores en ese mundo perfecto donde la felicidad es la reina de ese universo tan paralelo al nuestro.
Su cara es la fuente de la alegría, sus gestos, tal vez un poco exagerados, se empeñan en afirmar la existencia de ese lugar.
Hay mucho de especial en ella, hay algo tan irreal que asusta.
Ágata nació y creció en el país de la sonrisa donde sólo unos pocos, muy pocos, son capaces de vivir.
En los días en que la conocí nunca vi cambiar su rostro y siempre me preguntaba si era posible entrar en su mundo, quizás quiso que entrara, tal vez nunca quise yo. Prefería estar al otro lado donde sentía la vida en su esplendor y en su decadencia también. Sentía miedo al pensar si era verdad que su país existía aunque jamás supe creerla, ni siquiera pude intentarlo.
Ella sí lo intentó, invitaba a todos a entrar y algunos cruzaron su puerta, nunca supe si consiguieron anidar allí junto a ella. Nunca supe de ellos.
Ágata tiene un amor de esos de cine, el único en toda su vida. Nunca besó otros labios amarrados a otros cuerpos. Siempre ha estado a su lado llevándolo de la mano a sus nubes rosas. Él se dejó llevar, al menos ante sus ojos color cielo.
Ágata vendiendo felicidad como un seguro de vida sin pedir nada a cambio, conformándose con tu risa.
Qué hay de cierto en todo esto, qué hay de menos. Qué será lo que habita en sus sueños... Quién la cree a ciegas, quién es capaz de sentir todo eso.
A veces pensaba que un día sus ojos al fin mirarían al suelo, yo lo esperaba, sabía que había demasiadas cosas que se perdía. La realidad no es siempre tan fría. Ágata no sabía mirar más allá de su vida.
Yo no me atrevía a coger su mano y tirar hacia otro lado, ella no querría.
Hubo gente que paseó por las calles de su universo, esa misma gente que la engañó con falsas promesas con falsas palabras, con risas burlonas a su espalda.
Yo les miraba y no entendía por qué nadie era capaz de decirle la verdad, quizás pensaban que se podía romper en mil pedazos su felicidad.
A mí no quería creerme aunque a veces dudara, pensaba que yo vivía en su mundo opuesto y tan sólo vivía sin engañarme. Porque todo andaba al revés, mientras ella pensaba que todos debíamos cruzar su puerta y era ella la que estaba en otro lugar, tan extraño.
Recuerdo como aquellos que la seguían desconfiaban de mí por mi verdad, por tener los ojos abiertos. Y paradójicamente porque ella reparaba demasiado en mí, aunque yo no formara parte de su vida, ni quisiera escucharme.
Son muy pocas las cosas que se pueden conseguir con una mirada cómplice, con una sonrisa dedicada sólo para ti, pero son tan grandes que merecen más que la pena.
Empecé a creer, un poco obligada por la situación, que por ese rostro no habían rodado mas que lágrimas de felicidad, que el dolor no había visitado ese corazón, que la angustia no la había atrapado contra su soledad.
Me equivocaba, se equivocaba también.
Que la felicidad es momentánea, que se convierte en serenidad con el paso del tiempo. Que la pena dura un poco, el rato que tú quieras que dure. Que el llanto es tan bueno como malo, que la risa llena de vida. Que la tristeza es pura creación, que la alegría es la cima. Que la soledad eres tú misma, es el espejo de tu alma que también quiere ser escuchada. Que cada vida es un mundo, el de cada uno y vivirla siendo realistas o idealistas es libre...
Y cansada de sus inventos un día me alejé, me perdí en mi vida de risas y llantos. Cuántos años pasaron, no sé, yo olvidé esa época de mi vida sin darme cuenta. Aunque a veces me acordara de Ágata y me provocara una sonrisa, aún andaría en su país de la alegría, hacía tanto que me había resignado a no entendernos.
Y una tarde fría, de un invierno complicado volví a verla. Me miró, me regaló una sonrisa y entonces me di cuenta de que era un poco más feliz desde que descubrí su país de la sonrisa.
A todas las Ágatas, disfraces de la felicidad...
Nubes Rosas, Todos y Yo,
Rocío Guzmán
3 comentarios:
Precioso relato, como todos los tuyos; tienes un estilo muy personal de contar las historias.
Un placer leerte.
Saludos
¿Por qué será que tanta nube rosa nos acaba oliendo a nube negra? ¿Es posible vivir ignorando la nube negra, llegar a ser feliz a base de aparentar felicidad?
Quizás lo negro se ve antes que lo rosa... Y lo negro es difícil no verlo, al no ser que cierres los ojos, que igualmente sigues viendo negro...
Publicar un comentario